Viernes 15 agosto 2008
Día festivo, bajo a comprar el periódico y me encuentro en la sección de opinión un artículo de Eduardo Vasco, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, donde habla del resurgimiento del Teatro Clásico y pone como garante a los festivales que existen a lo largo y ancho de nuestra geografía -Almagro, Almería, Cáceres, Olite, El Escorial, Elche, Olmedo, Chinchilla-.
No es casualidad que nosotros apuntábamos, a modo de digresión, en el mismo sentido, apoyándonos en la conciencia de la multitud de espectadores que nos encontramos en nuestras actuaciones que corroboran que "los clásicos gustan", que hay hambre de clásicos vamos y si lo estropeamos no será por el público sino porque los profesionales no hemos estado a la altura de ellos -del público y de los clásicos-.
Todos hemos visto cometer verdaderos crímenes teatrales en nombre de los clásicos porque, como dice Eduardo Vasco, hay una cierta inercia que dice "esto se hace así" pero que nadie sabemos de dónde viene pero que sí sabemos que no nos gusta.
Es un buen síntoma que un diario como EL PAÍS le conceda una página entera a nuestros clásicos, es un buen síntoma que coincidamos en que hay hambre de teatro clásico pero alerta a los que lo hacemos, si no somos humildes lo estropearemos y se perderá una magnífica ocasión.
Sí, la humildad es clave para enfrentarse a nuestro gran patrimonio sin complejos pero sin prepotencia por favor -evitaremos más crímenes-. Hay que borrar todos los prejuicios y leer de nuevo los clásicos con una mirada casi extranjera para que ellos sean el verdadero espejo en el que mirar nuestras virtudes y miserias. Con humildad averiguaremos en el escenario lo que les pasa a esos personajes que dicen esas cosas tan maravillosas. Con humildad revelaremos sus acciones para ajustarlas a esas palabras. La foto que encabeza esta digresión es del teatro del maestro Peter Brook -Bouffes du Nord-, el maestro que me enseñó a ser humilde con los clásicos.
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