martes, 9 de septiembre de 2008

Pedro de Castro y Añaya



Pedro de Castro y Añaya

(1610-1644)

El poeta ha de aprender una determinada acttitui frenta a la hoja en blanco. Cuando se posee esa "attitud", que dirían los franceses, entonces se puede afrontar el abismo de la hoja en blanco. Por consiguiente, el problema no serían ya los versos sino la actitud, la perspectiva, el ángulo -como un buen operador de cámara- desde el que estamos mirando el poema, el verso. Cada palabra, estructurante o no, cada palabra radiante que diría Brook tiene o puede tener el mismo valor prosódico (una preposición o un artrículo indeterminado pueden ser tan pertinentes en un recitado, como una palabra estructurante). En un verso existe una correlación de fuerzas en las palabras -pequeñas o grandes- que lo forman. La relevancia es una cuestión artística: las pequeñas intuiciones del lector que, de pronto, resalta esta palabra o la otra, son, a veces, grandes logros.

Busca "les mots radiants" en este poema.

Copiate en mármol la mayor belleza,

oh Lauro, y tanto a Lisis parecido,

que de las dos es una ya la vida,

y de las dos es una la dureza.

Sola a Lisis formó naturaleza,

y tú nos diste a Lisis repetida,

Lisis o la estatua en ella convetida.

¿cuál de las dos se debe a tu destreza?

No fue el impulso, no, de la escultura,

que en el mármol viviente y sucesivo

Lisis quedase de morir ajena.

Arbitrio fue de amor, que hermosa y dura

formó otra Lisis, porque en mármol vivo

viva inmortal la causa de mi pena.

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