sábado, 6 de septiembre de 2008

Gabriel Bocángel y Unzueta


Gabriel Bocángel y Unzueta
(1603-1658)
Publicamos un soneto de otro seguidor de Góngora -no tan oscuro en sus versos-. Se le atribuye teatro donde, por primera vez, se introduce la música en directo. Pero hablemos de sus versos, de su poesía. Prestemos, en este soneto, atención a los acentos prosódicos, y no sólo a sus sílabas, no sólo a su estructura perfecta de catorce versos de once sílabas. Escuchemos su precisa y preciosa acentuación en segunda y penúltima y luego conforme avanzamos en las estrofas juguemos con los ritmos y con la intensidad dramática de la tercera estrofa. Frenemos y gocemos la última estrofa. Gocemos de la estructura fonemática de cada palabra de este maravilloso último terceto y eso es el estilo verbal. Pero recordad que lo más importante de los versos son los pensamientos encerrados, porque es lo más peliagudo y lo más complejo, la música viene añadida después. Estamos ante poetas muy inteligente y ante poetas que no tuvieron que presenciar la actual perversión del lenguaje.
Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtase a sus dolores,
que el pecho que jamás sintió de amores
empiece a confesar que amores siente.
Verá como no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores,
imitan en el suelo su corriente.
Verá que ni en amar alguno alcanza
firmeza, aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza.
Porque si todo amor es esperanza,
y la esperanza es vínculo del viento
¿quién puede amar seguro en su firmeza?

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